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viernes, septiembre 08, 2006

No me avergüenza confesarlo



Aprendí a leer
con “Lágrimas y risas” y con “Memín Pinguín.
Apenas cuatro años de edad y los comics semanales de Yolanda Vargas Dulché ya estaban en mis manos… mi frustración por no saber qué hablaban los personajes ilustrados por Guillermo de la Parra (marido de Yolanda), me hizo aprender primero las vocales y después, de inmediato, todo el abecedario.
Fantasear los diálogos no era suficiente, me interesaba qué decían en realidad los monigotes. Allí estaban escritas unas letras, dibujados unos globos marcados con flechas y otros, con unos circulitos… unos recuadros. ¡Y mucha acción!

Cada domingo me levantaba de la cama antes de las siete. Motivo: el voceador anunciando a gritos por las calles de mi pueblo “¡Memiiiiiín!” “¡Lágrimas y risaaaaas!”. Nomás los escuchaba y abría las puertas de mi casa, salía disparada, corría detrás de las voces y también chillaba: ¡Memiiiiiiiiiiiiiín! ¡Aquiiiiií! Lagrimaaaaaaás! ¡Acaaaaaá!
Eran de “continuación” y siempre me interesaba saber qué pasaría… a veces, imaginaba durante la semana entera cómo iba a seguir la historia.

Me gustaba leer: “Archi”; “Susi. Secretos del corazón”; las revistas de Walt Disney, donde aparecían el Pato Donald, Tribilín, Mickey Mouse, Mimí, los chicos malos, los sobrinos, el tío rico, Daisy, Ciro Peraloca; “Sal y Pimienta”; “El hombre araña”; “Supermán”; “Batmán”; “Fantomas, la amenaza elegante”; “Los agachados”; “Hermelinda linda”; y otros que se me escapan, seguro… Todo eso formaba parte importante de mi vida.

Papá, al ver mi afición por la lectura me obsequiaba libros “aptos para menores”. Los leía con agrado. Pero no… mi interés primordial seguía siendo el cómic (la cabra que tira al monte).
Y cuando mi progenitor, cada noche después de cenar, se dirigía en el coche (yo también me acomodaba en los mullidos asientos del enorme automóvil) a comprar los diarios al kiosco; regresaba él, con la pila de periódicos; y yo, contenta con tres o cuatro de mis favoritos ejemplares.
Mi padre compraba, además de los cuentos que yo elegía; revistas de biografías de personalidades; otras, que narraban mitos y leyendas; los clásicos ilustrados; también, de divulgación científica… como si toda esta literatura popular fuera de su agrado. Tenían impresos dibujos lindos, portadas con bellos colores…
“Gracias, Pá…”

Luego yo, a escondidas de él, comencé a leer: “El libro semanal”, y otras novelas de amor y fotonovelas que, seguro no las hubiera aprobado.
Cerca de casa había un tendajito que, cuando se me había escapado el voceador -porque andaba de viaje, me había quedado dormida, o cualquier otro motivo poderoso por el que no había podido comprar mis revistas semanales puntualmente- las alquilaba. Y arrugadas y manoseadas por quién sabe quién, las disfrutaba y leía con tanto ahínco, creo, aún más del regular…

Actualmente me intereso por la lectura en Internet: periódicos, cuentos, diarios y, especialmente blogs.
¿Será una prolongación de mi gusto por los comics de mi niñez?
No me avergüenza confesarlo.

Continuará…

6 comentarios:

Arcadio dijo...

Yo no sólo no me avergüenzo, sino que me enorgullezco. A veces, cuando paso delante de un quiosco o veo en la tela las múltiples colecciones de Tintín o de Asterix y Obelix que cada años, en fascículos, salen a la venta, pienso en comprarlos y guardarlos para cuando tenga un hijo iniciarle en la lectura. Sospecho que en el fondo los compro para mí.

Saludos

Anónimo dijo...

Tampoco yo me avergüenzo; por el contrario, me enorgullezco igual que Arcadio. En mi caso, las revistas y los personajes tuvieron otros nombres: Misterix, Rayo Rojo, Rip Kirby, Periquita, Langostino (el marinero solitario), La vaca Aurora, Billiken...un montón. Hace pocos años, una editorial produjo varias antologías de aquellas publicaciones hoy inencontrables. Tengo varias aquí, junto al escritorio. Finalizado este mensaje, voy a sacar dos o tres de esos volúmenes y otra vez, como hace mucho, me iré de aventuras junto al Corto Maltés, a Patoruzú, a Juan Moreira... algún otro. ¡Viva el cómic, que nos dio el arte de leer y nos hizo soñar con mundos mejores!

Alb@ dijo...

Los cómics...inolvidables, hiciste que emitiera un supirote muuuuy "projundo" (como la canción de Chava Flores), todas, todas las que mencionas me las receté....pero ¿sabes? mi madre fue maestra rural, así que a veces perdía la continuidad de los capítulos semanales y venía leyendo después de un mes que la "má" linda, después de pegarle con la tablota (con clavo filoso incluido) a memín le había perdonado sus travesuras, jeje.
Y por esa lejanía de la "civilización" mi querida paisana...crecí mas apegada a las radio novelas...Kalimán, el hombre increíble....Porfirio Cadena...el extraño amor de Javiera.

Angeek dijo...

Los comics fueron el inicio para muchos de nosotros. Y no, nada de vergüenza. Leímos lo mismo, me hiciste recordar.

Anónimo dijo...

Hola Coro:

Me acuerdo que leía y veía los dibujos del tal Rius en Los Supermachos y luego en Los Agachados. Los llevaba mi papá a la casa.

Angeek dijo...

Cambié dirección.
Saludos