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lunes, julio 21, 2008

Pies

Según Wikipedia: El pie es una unidad de longitud de origen natural, ya utilizada por las civilizaciones antiguas. El pie romano, o pes, equivalía a 29,57 cm., el pie castellano a 27,6 cm.

Para el frío: Las Zapaondas, las metes en el microondas unos minutos y luego a calentarte los pies. La novedad japonesa son las zapatillas USB, que calientan los pies a través de dicha conexión mientras usas la computadora. Hay en varios colores y se pueden lavar.

Costumbres japonesas:
Tener los pies pequeños. El proceso de vendaje empezaba cuando las niñas tenían entre 4 y 6 años, y era realizado por la madre. Después de un masaje, los 4 dedos más pequeños se rompían.
Luego, se vendaban con seda o algodón empapado en un líquido, apretando los dedos contra el talón. Cada dos días se retiraba el vendaje y se volvía a realizar la operación. El proceso duraba dos años. Para entonces, los pies medían unos 10 cm.
¡Ay! Imagínense el dolor. ¡Salvajes!
Y las vendas cada vez se ponían más apretadas. Esta práctica fue común hasta que se prohibió en 1911.

A mí me está sucediendo todo lo contrario:
Mis pies han crecido…
Los últimos tres años viví en un lugar tropical, allí donde todo el tiempo hace calor. Andaba en sandalias, usaba huaraches y chanclas y de vez en cuando me ponía tenis para hacer algún deporte.
Con las uñas cortaditas al ras pintadas de color claro, mis pies eran mi orgullo, los enseñaba, movía los dedos que asomaban libres, gustosos de andar por allí.
Frescos y sanos.
Descalzos pisaban la playa, ¡ah!, sentir la arena deslizarse entre los dedos, apachurrarla y hacer montículos y, después jugar con las olas del mar. Corrían a meterse en el agua. Tomaban vida.
Yo los dejaba a su placer que hicieran lo que les diera la gana.
Después del baño venía un masaje con cremas especiales. Olorosas a hierbas frescas mis manos se encargaban de cada parte del pie, de los dedos, uno por uno, dándoles vuelta, los hacía tronar, los alargaba, y desperezándolos… así me pasaba una hora.

En la ciudad de México los pies me llevan donde les ordeno, dentro de botas o zapatos oscuros, muy cerrados. Andan por las calles, oprimidos, sin libertad. Cumplen con su trabajo, incansables, suben, bajan, corren, se aceleran. Se han vuelto obedientes, solidarios, caminantes callados.
Reprimidos.

Los masajeo cada noche y por las mañanas, paso mis manos por las plantas, el empeine, froto el arco, los talones… alargo los dedos, los volteo.
Han crecido, llenan más los zapatos, como si estuvieran repletos de pensamientos.

No sé, los miro solitarios.
Como serios y con cierta palidez.
¿Qué me recomiendas?