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lunes, enero 26, 2009

Momento libre

Después de unos días intensos: citas, entrevistas, comidas de negocios, definir estrategias, decidir... me siento un momento a mirar el paisaje.


Me acuerdo del abuelo, extraño a mis gatos.

Y sobre todo: escribir en el Blog.


Ps. El problema de este momento libre es no saber qué decisión tomar: si bajar al mar y bañarme... o tirarme en una tumbona en la playa (traigo una novela que me tiene en sus garras).

O seguir aquí...

martes, enero 20, 2009

Aviso

Desde mi trinchera, en Cancún, notifico que:

Las mañanas están frescas y agitadas… al igual que mis proyectos.
Tomaré unos días de vacaciones blogueriles.
Avisaré a tod@s cuando regrese.

Ps. L@s echaré en falta.

jueves, enero 08, 2009

El concierto

Venían los gatos. Todos. No me atrevo a decir que los del pueblo, pero sí los del barrio. Eran más de doscientos, una vez intenté contarlos. De diferentes clases, tamaños y colores, con pelambres y sin pelo, con pedigrí y sin papeles, enfermos y sanos, preñadas y con sus crías… venían todos. Sigilosos.

Con una coleta estirando su cabello hacia atrás, controlaba el abuelo su alborotada melena. Siempre me pareció que este peinado lo hacía verse más distinguido y moderno. Pero que no soplara la tramontana, porque él se transformaba… los ojos del viejo, abiertos y brillantes no miraban a ninguna parte y su pelo suelto se agitaba furioso por los aires.
Viento para él era sinónimo de violín. Y las melodías que arrancaba a su instrumento parecían lamentos de una pasión desesperada.

Ver el enorme patio de la casa lleno de gatos era espeluznante, me provocaba escalofríos. Se subían a las tapias, se trepaban por los árboles, se metían al invernadero, andaban por debajo y encima de las mesas del jardín, por las canchas de tenis, se ponían tumbados al lado de la piscina, y se sentaban correctos en las sillas. Así como iban llegando… se acomodaban.

Yo formaba parte del público, me instalaba en buen lugar antes que los mininos. Muchos ya me conocían, me saludaban ronroneando y repegando su lomo en mis piernas, y acto seguido como si me ignorasen. Otros se dejaban acariciar, pero los había ariscos, o juguetones, y misteriosos… Y todos, nomás comenzaba el viejo a tocar Il trillo del diavolo, se sentaban correctos, con las orejas en posición de escucha atenta, y con sus ojos muy abiertos y brillantes mirando fijamente, como en trance hipnótico, al abuelo… o tal vez, al mismo diavolo.

El viejo tocaba con pasión moviendo su cuerpo, agitando su cabellera y echando las melodías al aire con esa fuerza que sólo los orates poseen.
El patio se llenaba de animales que se iban poniendo al final de los gatos: camaleones, tarántulas, urracas, tortugas, mariposas, gusanos y algún que otro perro guardián que, atento, observaba a los espectadores sin disfrutar realmente del espectáculo… o eso me parecía.

Y de pronto, cuando paraba el viento, mi abuelo recogía su cabello haciéndose la coleta y daba por terminado el concierto… El silencio llegaba al patio y los primeros en irse eran los que al último habían llegado, menos los perros que, disimulando, seguían en su guardia del orden…
Las tarántulas, los pájaros, camaleones y demás bichitos que atraídos por las melodías habían osado acercarse, se metían en sus covachas, corrían o volaban despavoridos antes de ser presa de cualquier sujeto o animal con hambre.
Y se iban todos… tan sigilosos como habían llegado.

-¿A dónde se va la música, abuelito?
-A donde se va la luz –me contestó.
-¿Y las palabras?
Entonces llegó la hora de recitar… comenzó con Octavio Paz y su Destino de poeta:

¿Palabras? Sí, de aire, / y en el aire perdidas. / Déjame que me pierda entre palabras, / déjame ser el aire en unos labios, / un soplo vagabundo sin contornos, / que el aire desvanece. /
También la luz en sí misma se pierde.

Mi abuela regresó de su visita a la iglesia y nos encontró conversando en el patio.
Una jarra de limonada y canapés fueron puestos en una mesa de jardín. Y ella, compartiendo amablemente con nosotros, dijo:
-Esto es muy grande y puede haber ratones, ¿qué tal si adoptamos un gatito?

Ilustración: Portada de CD. Il Trillo del diavolo de Giuseppe Tartini.
www.stradivarius.it