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jueves, enero 08, 2009

El concierto

Venían los gatos. Todos. No me atrevo a decir que los del pueblo, pero sí los del barrio. Eran más de doscientos, una vez intenté contarlos. De diferentes clases, tamaños y colores, con pelambres y sin pelo, con pedigrí y sin papeles, enfermos y sanos, preñadas y con sus crías… venían todos. Sigilosos.

Con una coleta estirando su cabello hacia atrás, controlaba el abuelo su alborotada melena. Siempre me pareció que este peinado lo hacía verse más distinguido y moderno. Pero que no soplara la tramontana, porque él se transformaba… los ojos del viejo, abiertos y brillantes no miraban a ninguna parte y su pelo suelto se agitaba furioso por los aires.
Viento para él era sinónimo de violín. Y las melodías que arrancaba a su instrumento parecían lamentos de una pasión desesperada.

Ver el enorme patio de la casa lleno de gatos era espeluznante, me provocaba escalofríos. Se subían a las tapias, se trepaban por los árboles, se metían al invernadero, andaban por debajo y encima de las mesas del jardín, por las canchas de tenis, se ponían tumbados al lado de la piscina, y se sentaban correctos en las sillas. Así como iban llegando… se acomodaban.

Yo formaba parte del público, me instalaba en buen lugar antes que los mininos. Muchos ya me conocían, me saludaban ronroneando y repegando su lomo en mis piernas, y acto seguido como si me ignorasen. Otros se dejaban acariciar, pero los había ariscos, o juguetones, y misteriosos… Y todos, nomás comenzaba el viejo a tocar Il trillo del diavolo, se sentaban correctos, con las orejas en posición de escucha atenta, y con sus ojos muy abiertos y brillantes mirando fijamente, como en trance hipnótico, al abuelo… o tal vez, al mismo diavolo.

El viejo tocaba con pasión moviendo su cuerpo, agitando su cabellera y echando las melodías al aire con esa fuerza que sólo los orates poseen.
El patio se llenaba de animales que se iban poniendo al final de los gatos: camaleones, tarántulas, urracas, tortugas, mariposas, gusanos y algún que otro perro guardián que, atento, observaba a los espectadores sin disfrutar realmente del espectáculo… o eso me parecía.

Y de pronto, cuando paraba el viento, mi abuelo recogía su cabello haciéndose la coleta y daba por terminado el concierto… El silencio llegaba al patio y los primeros en irse eran los que al último habían llegado, menos los perros que, disimulando, seguían en su guardia del orden…
Las tarántulas, los pájaros, camaleones y demás bichitos que atraídos por las melodías habían osado acercarse, se metían en sus covachas, corrían o volaban despavoridos antes de ser presa de cualquier sujeto o animal con hambre.
Y se iban todos… tan sigilosos como habían llegado.

-¿A dónde se va la música, abuelito?
-A donde se va la luz –me contestó.
-¿Y las palabras?
Entonces llegó la hora de recitar… comenzó con Octavio Paz y su Destino de poeta:

¿Palabras? Sí, de aire, / y en el aire perdidas. / Déjame que me pierda entre palabras, / déjame ser el aire en unos labios, / un soplo vagabundo sin contornos, / que el aire desvanece. /
También la luz en sí misma se pierde.

Mi abuela regresó de su visita a la iglesia y nos encontró conversando en el patio.
Una jarra de limonada y canapés fueron puestos en una mesa de jardín. Y ella, compartiendo amablemente con nosotros, dijo:
-Esto es muy grande y puede haber ratones, ¿qué tal si adoptamos un gatito?

Ilustración: Portada de CD. Il Trillo del diavolo de Giuseppe Tartini.
www.stradivarius.it

19 comentarios:

Juan de Lobos dijo...

Simplemente maravilloso, ¿un violinista de Hamelín, con efecto gatuno? ¿un canto de princesa de cuento con cuerdas de violín?
Una maravillosa imagen querida Maestra.
Saludos y aullidos para ti.

marichuy dijo...

Coro querida

Qué bonita historia¡! Mi imaginación me remonta a la casa de mi abuela con su enorme patio circundado por largos corredores, la jacaranda al centro y en lugar de todas esas plantas rodeándola, veo a tus gatitos muy amonados mientras escuchan el concierto de tu abuelo, ese músico, matemático y loco… como mandan los cánones de creatividad. Una belleza

Un beso

.......................
"Los amantes fervorosos y los sabios austeros
gustan por igual, en su madurez,
de los gatos fuertes y dulces, orgullo de la casa,
que como ellos son friolentos y como ellos sedentarios.
amigos de la ciencia y de la voluptuosidad,
buscan el silencio y el horror de las tinieblas;
el Erebo se hubiera apoderado de ellos para sus correrías fúnebres,
si hubieran podido ante la esclavitud inclinar su arrogancia.
Adoptan al soñar las nobles actitudes
de las grandes esfinges tendidas en el fondo de las soledades,
que parecen dormirse en un sueño sin fin;
sus grupas fecundas están llenas de chispas mágicas,
y fragmentos de oro, cual arenas finas,
chispean vagamente en sus místicas pupilas"

[Los gatos, Charles Baudelaire]

Nayuribe dijo...

Aaah, me encantan tus historias... siempre me las imagino, y me sentí como tú, en medio de esas decenas de gatos y otros bichos.
Y las palabras se van a donde se van las risas, los suspiros, los gritos y los susurros... cuando encuentres ese magnífico lugar me invitas!!
besos

Unknown dijo...

exelente relato, lleno de imaginación.

Un beso desde Lima.

Danthe.

Luis Alvaz dijo...

Una vez leí cómo Tartini compuso esta bestial sonata para violín (bestial para el intérprete, claro). Es interesante, ya que me parece que la pieza es tan famosa por el relato como por la dificultad que representa. Es bien sabido que Tartini tuvo un sueño donde el diablo interpretaba una estruendosa pieza para violín con unos trinos impensables para la época, por lo que Tartini trató de imitarlo una vez despierto; sin embargo, como él lo dice, no pudo hacerlo con tanto virtuosismo.

Ahora mismo me dieron de escuchar la pieza con la interpretación de Andrew Manze, y me imagino a los gatos que plácidamente escuchan la pieza, y al final es posible que erizaran un poco su pelaje ante esos trinos en dobles notas... porque la verdad a mí me eriza la piel escuchar esta sonata.

Saludos, me gustó mucho el relato.

Io dijo...

¡Qué maravilloso concierto!

Yo también atraje a docenas de felinos cuando esbribí mi novela "Los Gatos", me ha recordado mucho a ella.

Pero me ha parecido encantador ver a tanta fauna convertida en auditorio de un violinista.

Un relato con mucha magia. Enhorabuena!

Un besazo, guapa!

Anónimo dijo...

Esa primera imagen, la de los gatos invadiendo tu hogar/vida, me ha recordado a una película un tanto castigada por los años basada en una novela de Stephen King: "Sonámbulos".

Me ha gustado la atmósfera.

Un fuerte abrazo desde el Otro Lado

Juan J. Pérez Monzón dijo...

Muy bonito tu relato, me recordó a los muchos gatos que tenía yo de pequeño en casa y que mi vecina venía a quitarles las pulgas. Curiosamente al irse mi vecina ya no volvieron más los gatos... ¿Sería mi vecina la música de los gatos o de las pulgas?

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Qué interesante abuelo: violinista, matemático, declamador y más. Felicidades por él.

Que tengas una buena semana.

Arturo Herrera dijo...

Coro, mil felicidades,
de loco, poeta y músico... este abuelo es un epifanía, clarifica la visión.

Un abrazo
A.

Alb@ dijo...

Definitivamente: estoy enamorada del abuelo, siento, vivo cada anécdota. Qué maravilla!

Insisto, plasma esas vivencias en un libro paisana.

Te dejo un abrazo.

Caracola Light dijo...

Querida Coro:
Por un moemnto me he sentido invadido en mi intimidad ronroneando como un gato al son de la música del abuelo. Me ha gustado mucho.

Juan de Lobos dijo...

Ya puse un post de quién es "El monito de los dientotes"
Aullidos y besos para ti Maestra.

Anónimo dijo...

Un oleada de nostalgia me asaltò al leer tus letras. Es quizàs el desarraigo que sufro y que me pone lejos del paìs literario, del aire de libertad enroscado en las manos de quien escribe... de ese aire de libertad que sale de tu prosa.
Eso extraño.
Un abrazo

Coro dijo...

¡Hola!
No he podido ni responder aa sus comentarios. Y es que el viernes tengo un examen que me ha tenido ocupada...

Muchas gracias por visitarme y prometo volver pronto.

Besos y
¡MIAAAAAAAAAU!

DR. FREUD dijo...

Llevaba un tiempo ausente pero cómo me ha gustado encontrarme de nuevo con su abuelito, los gatitos y este concierto. Besos

Fernando García Pañeda dijo...

Ah, no, Coro, eso ya es excesivo: si además tocaba el violín, es que no era un ser de este mundo, sino de una dimensión onírica y poética en la que te cuelas para escribir.
Pero que siga tu abuelo, que siga por aquí...

Anónimo dijo...

A mi abuelo lo conocí sordo y casi ciego, Shapshako me decía (diablo o diablillo en quechua). El materno se murió un año antes que yo naciera.
Buen trabajo, Coro
un beso
s

http://loslinderosdelfuego.blogia.com

Anónimo dijo...

Trato de evitar los comentarios, para no romper la magia de lo que escribes, para que todo se quede como está cuando tú pones el punto final... Pero hay relatos tan geniales, tan buenos (como éste), en los que no lo puedo remediar.
Ramón