
Él se escondía, se iba a la biblioteca o a pasear al jardín así estuviéramos a cuatro grados. Yo lo seguía y cubriéndolo con una manta me lo llevaba al invernadero a que recuperara su cordura en soledad, o mejor dicho, en mi compañía.
-"Hipotenusa es el lado de mayor longitud de un triángulo rectángulo, y el lado opuesto al ángulo recto. La medida de la hipotenusa puede ser hallada mediante el teorema de Pitágoras, si se conoce la longitud de los otros dos lados, denominados catetos…"
Los brotes esquizofrénicos le duraban unas horas:
-"El conjunto de los números primos es un subconjunto de los números naturales. Son mayores que 1 y divisibles por sí mismos y por la unidad. Por ejemplo, el número 7 tiene sólo dos divisores que son el 1 y el mismo 7 por lo que 7 es número primo… El número 4 tiene más de dos divisores distintos: el 1, el 2 y el 4 por lo que 4 no es un número primo."
Y se ponía a mencionar los primos menores que cien: "Son 25: 2, 3, 5, 7, 11, 13, 17, 19, 23, 29, 31, 37, 41, 43, 47, 53, 59, 61, 67, 71, 73, 79, 83, 89 y 97."
-Abuelito, ¿para qué nos sirven los números primos? –le preguntaba. Su respuesta era muy escueta, decía que para la informática… Y es que el viejo en esos momentos no estaba para dar razones, sólo repetía lo que su cabeza le iba dictando.
-La Aritmética tiene siete operaciones básicas que son: Suma. Resta. Multiplicación. División. Potenciación. Radicación. Logaritmación. A la operación conjunta de todas estas operaciones se le conoce como cálculo aritmético…
Yo le decía, después de un rato:
-Ya sabemos que "El orden de los factores no altera el producto", abuelo. Así que ahora quisiera que me declamaras un poema… Por ejemplo el de La risa, de Neruda. Y él salía de su ensoñación o del mundo donde había estado y se soltaba:
Quítame el pan si quieres / quítame el aire, pero / no me quites tu risa.
No me quites la rosa, / la lanza que desgranas, / el agua que de pronto / estalla en tu / alegría, / la repentina ola / de planta que te nace.
Mi lucha es dura y vuelo / con los ojos cansados / a veces de haber visto / la tierra que no cambia, / pero al entrar tu risa / sube al cielo buscándome / y abre para mí todas / las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora / más oscura desgrana / tu risa, y si de pronto / ves que mi sangre mancha / las piedras de la calle, / ríe, porque tu risa / será para mis manos / como una espada fresca.
Junto al mar en otoño, / tu risa debe alzar / su cascada de espuma, / y en primavera, amor, / quiero tu risa como / la flor que yo esperaba, / la flor azul, la rosa / de mi patria sonora.
Ríe de la noche / del día, de la luna, / ríete de las calles / torcidas de la isla, / ríete del torpe / muchacho que te quiere, / pero cuando yo abro / los ojos y los cierro, / cuando mis pasos van, / cuando vuelven mis pasos, / niégame el pan, el aire, / la luz, la primavera, / pero tu risa nunca / porque me moriría.
Terminando el poema comenzábamos a reír y me venía la tranquilidad al saber que el viejo había vuelto a la vida. La abuela parecía que adivinara porque justo entonces…
-¡A la mesa! –nos gritaba desde la cocina.
-¡Vamos, abuelito! Que la cena nos espera.
-Tú debes de saber que 2+2 no son 4, ¿verdad? –me decía por el camino.
-Sí, abuelito, 2+2 son tres, ya me lo habías dicho…
Nomás entrar a casa nos recibían con abrazos y besos y nuestros platos llenos de comida mientras los primos cantaban, bailaban y reían por todo lo alto.
-¡Feliz año nuevo! –gritaban por doquier.
Y era cuando el abuelo sacaba su violín y se unía, feliz, al alboroto.
Ilustración tomada de Wikipedia: "El pobre anciano no podía gritar…" www.cervantesvirtual.com