
Al tocar el cuerpo de quien saludamos le estamos transmitiendo nuestra energía y vigor… y también todo lo contrario.
Y el abrazo, con las típicas palmadas en la espalda, que según su fuerza o caricia quieren decir una cosa u otra…
Mi vecina española tenía un tío, Capitán de la Marina, que viajó durante muchos años en un barco. Era un aventurero que cuando se jubiló continuó sus viajes por tierra.
Y le explicaba el tío que en algunas regiones de Filipinas, al saludar tenía que tomar el pie del saludado en vez de la mano, y a continuación se debía frotar la cara.
Que en la India debía tocarse las barbas al saludar.
Y que cuando estuvo en Afganistán hacía malabares: se encorvaba mientras tocaba al saludado las barbas y a la vez levantaba un pie.
¿Alguien quiere probar?
Saludar es un acto de Magia ya que el saludo forma parte de una convención social y quienes participan en él están en su secreto.
En el mundo burgués del siglo XIX, una cabeceada breve era el saludo frecuente en los lugares cubiertos y en las calles se saludaban con los sombreros.
Pero el tío explicaba más costumbres que vio por el Mundo, decía que en las Islas Marianas la gente al saludarse se pasaba las manos por el estómago.
Mi vecina me contaba que uno de los saludos favoritos de su tío era el de los turcos que al saludar dicen:
“Deseo que tu sombra nunca disminuya”.
El saludado, responde:
“Y que la tuya sea siempre alargada”.
¡Cuánta poesía!
Sin embargo, los egipcios antiguos, nada poéticos, saludaban deseando:
“Una magnífica transpiración”.
Y los chinos, sin romanticismo, se interesaban en:
“¿Has comido ya tu arroz?”
Y la respuesta era:
“Que tu estómago esté siempre lleno”.
Los babilonios de hace cinco mil años se preocupaban por motivos escatológicos como las evacuaciones del vientre. Así que al verse por primera vez en el día se saludaban:
“¿Has ido ya al río?”
Y todos sabían de qué se trataba…
Así que siguiendo con las costumbres y tradiciones de los pueblos…
Froto mi cara, toco mi barbilla, levanto un pie, inclino la cabeza, me quito el sombrero, sobo mi panza, transpiro por tanta ceremonia, mientras digiero el arroz, ya habiendo ido al río,
les deseo que sus sombras nunca disminuyan.
Los beso, abrazo y palmeo con júbilo sus espaldas.
Buen@s días, tardes y noches.